lunes, 1 de diciembre de 2008

LA DEJÉ TONTA (14)

Yunior se encuentra en el interior de la limusina, en el suelo para ser exactos. Por lo menos han sido considerados y le han tapado con una manta. Todavía está un poco aturdido, y a trancas y barrancas, consigue salir del lujoso automóvil. Ante sus ojos, un insultante mastodonte de piedra se erige apuntando el cielo cual Farallones del Citará. Se trata de una mansión de ladrillos rojos, presidida por un estanque central con las dimensiones de tres campos de fútbol.

De modo que llega de noche a la entrada principal. La puerta está abierta, como en las películas en las que una familia entera ha sido asesinada por una banda de kosovares. Pero cuando digo abierta es abierta, joder. No como en Estados Unidos, que está abierta pero cerrada. En el hall encontramos plantado como un pasmarote al mayordomo, que llega hasta tal punto de pleitesía que la situación resulta incómoda. Y es que ni pestañea, todo lo hace para no ofender. Sostiene una bandeja de plata con detalles ribeteados en la que ofrece a los invitados unos bombones de chocolate blanco, en honor a los mimos. Su profesión frustrada.

Pero Yunior pasa de largo y se dirige hacia la estancia más iluminada, presumiblemente por una chimenea, a tenor del efecto ecualizador de las sombras proyectadas en unos tapices. Allí, sentado en una mecedora junto a las llamas le espera Martin. A contraluz le nota bastante desmejorado, pero sólo habrán pasado unas horas desde la última vez que le vio. Ahora va empezando a recordar por qué se desmayó… no era un sueño, no. Ese señor que se automece en el ocaso de su vida, aquel que a continuación revuelve las brasas con el atizador de una manera torpe y errática… decía ser su padre. El cri-cri continuo de una mecedora más usada que el coño de la Bernarda. Gotas de sudor perlando la frente del viejo caen en una taza humeante con alguna infusión asquerosa. El movimiento hipnótico de la cucharilla.

Yunior carraspea para delatar su presencia. Sin éxito. Tose. Nada. ¡Landau, coño! – grita ya impaciente. Martin, de ipso facto, se levanta como un titán y le replica “¡En tu puta vida vuelvas a hablarle así a tu padre! ¡¿Entendido?!” Entonces le da la espalda y vuelva sentarse, agotado. Como si hubiera malgastado inútilmente sus últimas energías en un movimiento gratuito, peliculero y ridículo.

“Perdona, me he pasado un poco. También ruego que me perdones por dejarte allí como a un perro y no haberte subido a una de las habitaciones. Pero es que me gustaba esa situación, ¿sabes? Tú entrando ahí, abriéndote paso a lo desconocido. Ese halo de misterio… el mayordomo inquietante ahí… No es así, eh. ¿A que lo hace bien? ¡Si el tío es un cachondo, hace unas imitaciones de Montilla que te tronchas! Luego te lo presento y le das algunas collejas, ya verás qué risas. Hubiese querido también algo de lluvia y relámpagos, pero ya es demasiado tarde para que Opositor rectifique. Bueno, a lo que iba. Tienes un hermano. ¡Y no me seas como tu madre con los desmayos, eh! Por cierto, ¿sabías a qué se debía esa patología suya? Yo creo que es por la magnitud de mi almirante Winky. Los desmayos empezaron justo el día después de la primera vez que se lo introduje. La dejé tonta, claro”.

Las lágrimas de Yunior cayendo en la alfombra. Y el maldito cri-cri seguía martilleando su cabeza.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo he subido ya, qué cojones.

Pere Koniec dijo...

jajajaja...con lo de la mansión esto puede derivar a "Saw"!

Hormonados dijo...

Joder, pensaba que le tocaba a Pere. que verguenza, de todas formas he estado estos dias k.o. chicos perdonadme.

Muy bieenn opo. aver si volvemos que ya llevamos un mes de Yunior

Pere Koniec dijo...

Un mes de Yunior ya???
Pronto incisos graficos Yunior Navidad...

David Aames dijo...

de PM. MAÑANA VUELVO a`casa x Navidad. le daré candela